Entrevista de ANATXU ZABALBEASCOA el 26 Agosto de 2006 a Felix Claus | ARQUITECTURA . El Pais, 26 de agosto de 2006
"Una buena ciudad es mejor que una buena casa"
Ha terminado hace poco un rascacielos en Amsterdam y la embajada holandesa en Maputo. Felix Claus forma con Kees Kaan uno de los estudios más reconocidos de Holanda. Frente a la vanguardia mediática e impactante del más famoso arquitecto de su país, Rem Koolhaas, Claus y Kaan optan por una forma de hacer más discreta.
Felix Claus (Arnhem, 1956), su socio, Kees Kaan (Breda, 1961), y los 80 arquitectos que trabajan con ellos -repartidos en sendos estudios en Amsterdam y Rotterdam- representan el otro lado de la arquitectura holandesa actual. Una apuesta por la discreción, por el silencio, que les ha llevado a predicar por todas las universidades donde han dado clases (Columbia, Saint Louis, Misuri, UCLA...) la necesidad de una arquitectura humilde.
PREGUNTA. ¿A qué obedece esa actitud? ¿No todo es Koolhaas en Holanda?
RESPUESTA. Me temo que no. En absoluto. En Holanda tenemos una cultura arquitectónica bastante rica porque la arquitectura todavía forma parte de la sociedad. En Estados Unidos es sólo para millonarios y para ocasiones muy especiales. Pero en los Países Bajos es para cada día y para todo el mundo: algo normal. Por eso un arquitecto es también alguien normal con una profesión: el equivalente a un médico o a un dentista. No es una estrella. Así, nosotros estamos más interesados en las cualidades físicas de la arquitectura y no tanto en su problemática, en su capacidad mediática o en su potencial para el desarrollo de la modernidad. Nos preocupa la continuidad de la profesión en todos sus aspectos. Koolhaas es algo aparte. Es como Rembrandt, alguien único. Es absurdo que nadie trate de copiarlo porque los genios son únicos.
P. Pero muchos arquitectos jóvenes sí siguen su estela.
R. Sí, claro. Ése es el problema de la modernidad. El concepto de modernidad empezó en el siglo XX con Picasso. Él fue el primer genio reconocido mundialmente, mediáticamente. Todo el mundo después quiso ser como él. Le Corbusier tradujo esa idea a la arquitectura. Y se convirtió en un arquitecto mediático. En todas las universidades del mundo, millones de estudiantes tratan de convertirse en genios, pero está claro que eso es imposible. El genio es único. Imagínese que en la esquina de cada calle apareciese un edificio genial. Las ciudades serían ridículas. Con todo, la tragedia de la arquitectura es que en el fondo muchos arquitectos que podrían ser buenos, correctos profesionales, se empeñan en ser genios.
P. Como Mies van der Rohe, ¿ustedes no quieren reinventar la arquitectura cada lunes por la mañana?
R. Preferimos ser buenos a ser interesantes.
P. ¿Creen que mucha arquitectura actual se hace la interesante?
R. Claro que sí. Y no les culpo. También nosotros tenemos que hacernos los interesantes para ganar atención. Si no lo haces, tus clientes creen que estás pasado de moda o algo peor. Todos los arquitectos tratamos de conseguir atención. Pero eso no es nuevo. Siempre fue así: en la Edad Media, en el siglo XVIII, en todos los tiempos nos hemos tenido que vender. Pero eso sólo es uno de los aspectos de la arquitectura, no el único. Permitir que la imagen que vendemos sea lo más importante es confundir la disciplina.
P. ¿Cómo trata de vender su trabajo?
R. Somos afortunados. En Holanda la arquitectura es algo normal, importante. No porque se hable de ella sino porque está para usarse. Y hay mucha. Por eso hay mucho trabajo. Tenemos clientes profesionales que no buscan a sus arquitectos en las revistas. Buscan relaciones a largo plazo, calidad, servicio, atención. El ayuntamiento es clave en la arquitectura de las ciudades holandesas. Apuestan por ciudades para los ciudadanos. No por monumentos para mayor gloria de los políticos. La gente es exigente, está acostumbrada a exigir, y las leyes reflejan esa exigencia.
P. ¿Las leyes?
R. Hay una ley de principios del siglo XX que obliga a los lugares públicos a convertirse en extensiones de las viviendas. Por eso las viviendas son generadores de más arquitectura. Todos nuestros arquitectos empiezan construyendo viviendas. Koolhaas también hizo su primera obra firmando viviendas sociales.
P. En Madrid ha impartido un máster sobre vivienda a arquitectos en la Complutense. ¿Qué les ha enseñado?
R. La vivienda está basada en el conocimiento. Tiene que ver con retretes, comidas, con el cuerpo humano. Y tiene que ver con el espacio público que es la esencia de la sociedad occidental. El espacio público es nuestra idea de la libertad: el lado político de nuestra profesión. Si toma las ciudades modernas, su espacio público representa ideales clásicos: humanismo, libertad y privacidad. En la calle somos iguales y, por lo tanto, libres. En privado somos secretos. Eso sólo funciona en determinado tipo de ciudad: uno debe sentir el espacio público como propio, seguro, abarcable, disfrutable. No es el caso de Estados Unidos. Allí pocas ciudades tienen una idea del espacio público. Los arquitectos tenemos la responsabilidad de pensar ese espacio, que es el de la libertad, el que mejora la vida de las personas en la ciudad. Las casas mejoran la vida relativamente, la ciudad fundamentalmente. Holanda vivió una burbuja económica hace diez años. Se podía hacer de todo. Los clientes no eran críticos y muchos arquitectos hicieron locuras. Eso afecta a la reputación de la arquitectura y a la integración de la ciudad. La ciudad desintegrada es un desastre: campo abonado para los guetos. Ayer estuve en un suburbio de Madrid: sólo había casas para ricos. Me pareció un desastre. Seguro que hay también suburbios pobres, pero no sabría decir cuál es peor. Ni más peligroso.
P. En España tenemos un problema enorme con la vivienda. Cada vez son más pequeñas y más caras. ¿Cuál es su idea para solucionar esa carencia?
R. De nuevo el espacio público. Una buena ciudad es mejor que una buena casa, por una cuestión sencilla: una ciudad puede hacer cosas mayores y mejores. La gente tiene más poder del que cree. El público puede cambiar un barrio. En Holanda la gente está volviendo a las ciudades. Se han hartado de la piscina, el garaje y el perro y prefieren la vida de barrio, ir al colegio caminando. La ciudad sigue siendo el mejor lugar para vivir. Los suburbios terminarán por matarnos.
P. Hablan de aceptar la banalidad de la construcción, de dejar a un lado teorías. Reivindican la parte física, tangible, de la arquitectura: los materiales, la construcción, las personas. ¿Hay demasiada teoría en la arquitectura de hoy?
R. Hay mucha. Cuando doy clases en Estados Unidos me doy cuenta de que los estudiantes son elocuentes, pueden hablar de cualquier filósofo francés y aplicar sus teorías a un diseño. Pero no saben nada de arquitectura. Nunca han construido ni se han acercado a una obra. Admiro la teoría. Es necesario pensar. Pero la teoría tiende un puente entre el cerebro y la mano. Para construir tienes que bajar al mundo real. Creo en la ciencia, la teoría debe reflejar la práctica y no al revés.
P. Ha dicho que el progreso de la arquitectura pasa por la aceptación del contexto.
R. De todos los contextos. Un arquitecto es un colaborador, alguien que une política, terreno, trabajadores... Debe tener mucho cuidado antes de empezar. Se ha de conocer el contexto. Por eso yo no trabajo en China. No estoy de acuerdo con ese contexto.
P. ¿Cree que mucha arquitectura no acepta el contexto?
R. El problema de la arquitectura actual es que hay demasiados arquitectos tratando de hacer piezas de las que se consiguen una vez en la vida. Ni siquiera Jean Nouvel puede lograr un edifico único más que cada diez o doce años. Eso significa que el mundo se está llenando de bromas. Hoy en día las revistas de arquitectura deberían llevar una marca: "Advertencia: no trate de hacerlo en casa".
P. Mucha gente cree que este tipo de arquitectura identifica el progreso. ¿Cuál es su idea del progreso en arquitectura?
R. La arquitectura tuvo un papel, a principios del siglo XX, abriendo la mentalidad de la sociedad. Hoy, en Europa, vivimos en un mundo libre, nutrido, de abundancia, deberíamos darnos cuenta de lo que tenemos y preguntarnos si no estamos a punto de destrozarlo. A veces temo que los arquitectos destrocemos nuestro papel en la sociedad, como sucedió en el Reino Unido después de los sesenta. El progreso para mí es ser responsable.
Fuente: EL PAÍS. ver entrevista en la página de EL PAÍS
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